martes, febrero 27, 2018

Esteban Fernández: MIS DOS TESOROS

MIS DOS TESOROS

 
Por Esteban Fernández
26 de febrero de 2018

Una de las cosas más increíbles de mi vida es que las dos veces que mi ex esposa Rina estuvo embarazada yo (machista, al fin y al cabo) desesperadamente quería tener hijos varones.

Y estúpidamente acusaba a Rina de que “me había fallado”. Hasta que al pasar los años descubrí que es el hombre el que dictamina el sexo de sus hijos. Y entonces por varios años me sentí como que había fallado.

El otro error fue que a pesar de que estábamos “comiéndonos un cable” fuimos a un doctor particular -sin tener seguro- que nos cobró carísimo. El motivo era que el Dr. Gaspar Jardón estaba “de moda” entre mis amistades y yo no quería “quedarme atrás”.

La cuestión fue que ya mi hija Ana Julia tenía como tres años y todavía estábamos pagándole a Jardón por sus servicios, poco a poco.

Recuerdo que cuando el doctor salió sonriente del elevador del hospital me dijo: “Sr. Fernández, tuvieron una hembra preciosa”. Y yo sorprendido y molesto le contesté: “Eso es incierto, usted me está mintiendo con lo mucho que le he pagado”. Jardón se quedó impávido.

Ya con el segundo paritorio nosotros estábamos más “cancha”, ya habíamos padecido la novatada del doctor privado y Rina estaba trabajando en el Kaiser Hospital y no tuvimos que pagar ni un solo centavo. Pero de nuevo tuve tremenda decepción cuando descubrí que era otra niña. Dije absurdamente y en voz alta: “¿Otra vez? No me jodan”

Pero en la vida hay que darle “tiempo al tiempo” y poco a poco fui dándome cuenta de que lo mejor que le puede pasar a un hombre es tener descendientes hembras.

Esas dos muchachitas (que ya no son tan muchachitas) me han hecho sentir el hombre más feliz de la tierra. Se ocupan de mí, me cuidan, y cuando alguien me pregunta: ¿Qué vas a hacer para Nochebuena, o para Navidad, o para el Día de Acción de Gracia, o hasta para el 4 de Julio? Respondo invariablemente: “No sé, tengo que preguntarles a mis hijas, haré lo que ellas hagan y lo que ellas me indiquen hacer”.

¿Dije hijas? No, ya desde hace rato han pasado de ser hijas para convertirse “en mis madres” que me regañan, que quieren saber donde estaba o adónde voy, que me dan consejos, que me invitan a restaurantes, pagan por mi celular -yo creo que “para mantenerme controlado”- y que hasta se molestan cuando constantemente yo hablo con desconocidos en la calle. Y requieren darme el visto bueno antes de yo poder salir con una mujer.

Llegan al extremo de que yo vivía con Sandra, y ella se comprometió para casarse y me dijo: “No te preocupes, dad, que yo no me voy a casar hasta estar segura que mi hermana Ana viene a vivir contigo y te cuida”. Y así fue.

Hoy en día no las cambio ni por cien varones, sobre todo después que cada una de ella me ha dado un nieto (Andre y Jaxon) y descubrí algo inverosímil: que los nietos son mejores y más fáciles de malcriar que los hijos. Por lo tanto, no me queda más remedio que reconocer: ¡Qué equivocado yo estaba! Sorry Rina.