miércoles, marzo 30, 2016

Ramón Pérez-Maura: La rendición del Presidente Barack Obama ante Raúl Castro en Cuba

Tomado de http://www.abc.es

La rendición de Barack ante Raúl

Por Ramón Pérez-Maura
27/03/2016

El paso de Obama por La Habana es el canto del cisne de un presidente que ha llevado la política exterior a su grado último de incapacidad. Ha puesto en marcha el lema de los fracasados: «si no los puedes vencer, únete a ellos». ¡Y cómo lo ha hecho! Empezando por su discurso en la isla, que tuvo el tono equivocado. Hagamos la comparación con el que hizo Ronald Reagan en el último año de su Presidencia en la Universidad Estatal de Moscú, mayo de 1988. Hay evidentes similaridades entre ambos textos como el mensaje central de que si se escucha al pueblo y se libera sus energías los ciudadanos harán maravillas. Pero había una diferencia muy sustancial, como muy bien ha señalado Stephen Sestanovich, un senior fellow en el «Council on Foreign Relations»: el tono de los discursos de cada uno de ellos. Así, mientras Reagan prefirió emplear el humor en Moscú y reírse de lo absurdo del sistema soviético mientras lanzaba pullas a los funcionarios apoltronados ante él, lo que le permitió ser desdeñoso sin necesidad de mostrarse tenso, Obama en La Habana se pasó todo el discurso hablando de sus «diferencias» con el régimen cubano, como si ese régimen político representara una alternativa aceptable a la democracia norteamericana, como si fuera un debate en el que había dos puntos de vista igualmente válidos.

Es cierto que Obama pudo hacer lo que ningún otro líder político ha logrado: reunirse con los disidentes. Lo que al final sólo ha valido para demostrar cuánto valoraba Raúl la foto con Barack. Pero si esos disidentes creían por un momento que el presidente norteamericano iba a hacer algo por defender su causa, su desencanto debe ser de una magnitud equivalente al adjetivo calificativo atribuido a esta visita: histórico.

La farsa en la que Obama se hizo partícipe, en la que Raúl Castro negó ante el mundo la existencia de prisioneros políticos fue acogida por Obama con un silencio indiferente. Y ello a pesar de que Ben Rhodes, su viceconsejero de Seguridad Nacional afirmaba el martes en una rueda de prensa que a lo largo de los dos últimos años ha presentado a Cuba múltiples listas de prisioneros políticos. Pero la denegación de la evidencia no iba a estropearle la fiesta a Obama. Él ya había dejado claro desde el principio que a La Habana no iba a resolver problemas. Él se llevó a la familia entera y ampliada, como quien va de vacaciones: mujer, hijas y suegra. El gesto era bien elocuente.

Al día siguiente de esa inverosímil rueda de prensa de Castro y Obama, el mayor triunfo del régimen comunista en su largas décadas en el poder, Obama recibió entre otros disidentes a Elizardo Sánchez, el filósofo que preside la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional. El propio Sánchez dio a Obama una lista –otra más– con 89 presos políticos. Después de recibir la lista el presidente se fue a ver un partido de béisbol con Raúl. Pero el silencio de la Casa Blanca a la pregunta de qué pasó con la lista indica que o bien Obama no quiso molestar a Castro entregándole la lista, o Castro empleó el papel para tareas de limpieza íntima.

Antaño, cuando un dirigente político extranjero visitaba la isla –Felipe González, François Mitterrand...– no le dejarían mantener reuniones con grandes grupos de disidentes, pero al menos cada visita era acompañada de la liberación de un prisionero por el que se pedía de forma señalada. Esta vez ni eso. Esta visita ha servido para que Castro sentencie ante Obama que no hay prisioneros y Obama se calle, no vaya a ser que el tiranuelo se moleste.

Y todavía nos sorprende que frente a semejante decadencia surja el impresentable populismo de Trump.