miércoles, julio 31, 2013

Video: Carlos A. Montaner: Una charla con Guillermo Fariñas. Premio Sájarov del Parlamento Europeo para la libertad de conciencia concedido en 2010


Una charla con Guillermo Fariñas (entrevista Carlos A. Montaner)

26 de julio de 2013





Guillermo Fariñas Hernandez, disidente cubano, psicólogo y periodista, portavoz de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu), protagonizador de huelgas de hambre en protesta contra la represión de las autoridades cubanas, ha estado en prisión en varias ocasiones. Premio Sájarov para la libertad de conciencia concedido en 2010 y finalmente recibido en 2013 en Estrasburgo

Carlos Alberto Montaner prestigioso escritor, periodista, ensayista e investigador asociado de ICCAS, nació en La Habana y reside en Madrid desde 1970. Ha sido profesor en diversas universidades de América Latina y Estados Unidos. Montaner publica una columna semanal que llega a más de seis millones de lectores en español, inglés y portugués. Él es autor de una veintena de libros, incluyendo varios traducidos al inglés, portugués, italiano y ruso. Entre ellos, Las raíces torcidas de América Latina (Plaza y Janés, 2002), Cuba: Un siglo de doloroso aprendizaje (Instituto y Biblioteca de la Libertad, 2002), La libertad y sus enemigos (Ed. Sudamericana, 2005). Sus últimas novelas son, La mujer del Coronel (Alfaguara, 2011) y Otra Vez Adiós (SUMA de Santillana, 2012).

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Arturo González Dorado sobre Cuba y otros países : Azar, destino y libertad.

 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano


Arturo González Dorado
(Cuba, 1971)

En 1991 fundó en su ciudad natal, junto con un grupo de amigos, un movimiento artístico llamado “Movimiento Extropista”. A causa de ello fue expulsado de las universidades cubanas definitivamente. Ha obtenido numerosos premios en concursos literarios dentro de Cuba. Colabora frecuentemente con revistas literarias y culturales de España y Estados Unidos. Actualmente reside en Londres. Editor general de la Revista Hispanoamericana de Cultura Otrolunes.
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Azar, destino y libertad

Por Arturo González Dorado
25 July 2013




Hace ya algún tiempo, estando aún en Cuba, conversaba con un ex oficial de la Seguridad del Estado sobre el fin del comunismo en la Unión Soviética y la inevitabilidad de un cambio en Cuba. Yo defendía la tesis de que tarde o temprano el sistema hubiera colapsado por su ineficiencia económica y por la falta de libertad de sus ciudadanos, y que, ineludiblemente, en Cuba sucedería lo mismo en algún momento. Sin darme cuenta del todo asumía una idea de la historia más marxista de lo que hubiese podido creer: hay un sentido, la historia está marcada por el progreso, y en la dimensión humana es una continuidad de la evolución natural. Más profundamente, lo pensé después, mi visión era hegeliana: la evolución dialéctica del espíritu hasta reencontrarse a sí mismo.

El ex agente me ripostó con una serie de argumentos que en aquel momento no pude calar del todo, no porque no me pareciesen válidos, sino porque el principio subyacente, esta dimensión que llamaría ahora hegeliana, era la más importante. Pese a todo al fin, pensaba yo, se impondría el otro orden, la otra realidad, que superaría cualquier contingencia o detención en una marcha hacia mayor libertad humana.

El oficial, con esa fría y poderosa lógica de los miembros de la inteligencia de cualquier país (los de verdad inteligentes, aclaro, que no todos ni remotamente, al menos en Cuba, lo son), me dice que la caída del comunismo en la Unión Soviética no fue para nada inevitable, que sucedió porque Gorbachov la permitió, que la Unión Soviética no estaba ni tan débil ni tan atrasada, y que si Yuri Andropov no muere y se mantiene en el poder se hubieran hecho las reformas necesarias pero no se hubiese perdido el control; que la caída fue una traición de Gorbachov y que ellos en Cuba habían aprendido la lección. Saludablemente me hizo recordar que Andropov tuvo un papel clave en la represión de la revuelta húngara de 1956, fue quien convenció a Kruschev de la necesidad de usar la fuerza para aplastarla. Era el embajador soviético en Hungría y al ver como el aparentemente todopoderoso partido comunista húngaro perdía de la noche a la mañana el poder, y como oficiales de la policía política húngara eran alegremente colgados de postes del alumbrado público de Budapest, quedó totalmente convencido, sin dudas con muchas y válidas razones a su favor, de la necesidad de, ante parecidas circunstancias, enviar los tanques lo antes posible como la más eficiente y radical manera de hacer entrar en razón a revoltosos de cualquier tendencia y evitar el derrumbe del sistema.

La historia siguió otro rumbo como claramente sabemos por el evidente hecho de que estamos en ella. Andropov no tuvo la oportunidad de probar la efectividad de sus convicciones, se murió, quizás providencialmente, Gorbachov ascendió al poder, decidió con su mejor voluntad arreglar el socialismo y las cosas tomaron un curso muy romántico; los alemanes sobre el muro de Berlín, los checos en su revolución de terciopelo, los disidentes pasando como en un cuento de hadas de la cárcel a la presidencia, la independencia de las repúblicas bálticas, el golpe de estado contra Gorbachov en 1991, Yeltsin y su famosa escena sobre el tanque arengando a los moscovitas, la multitud en las calles de Moscú exigiendo el regreso de Gorbachov y finalmente, cuando este al fin regresa, la desintegración de la Unión Soviética que ahora, desde la distancia, parece haber ocurrido por una necesidad interna. Sólo una nota discordante en esta eclosión del espíritu hegeliano acelerando la historia, Ceausescu en Rumania, donde las cosas no ocurrieron tan plácida y civilizadamente; fuentes occidentales estimaron en unos 60000 el número de muertes, aunque revisiones posteriores disminuyeron la cifra a la mucha más modesta de menos de 1000.

Sin embargo, ¿realmente fue así, era inevitable el fin de la URSS y del comunismo en Europa o el oficial que conversaba conmigo tenía, tiene la razón?

Los análisis comunes en occidente, simplificando la exposición, tienden a ver que Gorbachov actuó no sólo por su buena fe, que sin dudas tenía, sino que realmente la combinación del estancamiento en la producción, la guerra de Afganistán y el desastre de Chernóbil le impulsaron a realizar las reformas que a la postre se le fueron de las manos. La teleología sigue estando profundamente imbricada en el pensamiento occidental, aunque sea inconscientemente: el triunfo de la democracia y la sociedad de mercado era y es inevitable; incluso alguien tan brillante y lúcido como Fukuyama no pudo menos de caer bajo su hechizo con sus ideas del fin de la historia.  En el caso de los políticos de los EUA, a la mayoría les parecía y les sigue pareciendo por completo natural que el mundo, también alegre y casi mesiánicamente, marche hacia lo que ellos creen es inevitable: el triunfo final de algo así como el sueño americano. Cosa esta que si uno la mira con atención no es más que la inveterada persistencia del mito del progreso, algo en lo cual los liberales se hermanan con los marxistas, como se hermanan también para echar pestes contra los conservadores que apelan al realismo y quienes, casi siempre, suelen tener la razón.

Con un poco de atención los argumentos del ex oficial cubano resultan ser de mucho más peso que la idea de una inevitable caída del imperio soviético por sus contradicciones internas o bajo la presión de sus adversarios. Ciertamente si Gorbachov, cuando sus propias reformas se le iban de las manos, en vez de ser un humanista, saca a los tanques, invade las repúblicas Bálticas, convoca al Pacto de Varsovia, y simplemente hace lo que los chinos en Tiananmen, como diríamos en Cuba, cortar por lo sano, es más que probable que la Unión Soviética estuviera todavía ahí, con toda verosimilitud no exactamente igual que entonces, pero estaría ahí y la historia no sería lo que ahora nos parece natural. Pero más, si Andropov no muere y sigue en el poder ni siquiera perestroika y mucho menos caída del campo socialista ni fin del pacto de Varsovia, y en el caso de que algunas veleidades a lo húngaro hubiesen ocurrido, los tanques se hubiesen encargado de hacer pensar un poco mejor a los descontentos antes de lanzarse a aventuras democráticas o independentistas.

Claro que siempre, como en el caso del golpe de estado contra Gorbachov o en una hipotética revuelta bajo Andropov, se podría argumentar que probablemente los soldados no hubieran querido disparar; de hecho, las unidades élites que apoyaban a los golpistas en Moscú no lo hicieron. Recuerdo a propósito de esto una entrevista realizada a un miembro de esas unidades quien decía que si hubiesen querido desalojar el parlamento, donde estaban apostados los defensores del Gorbachov y las reformas, lo hubieran hecho en cuestión de minutos, pero no recibieron las órdenes y no querían disparar a sus compatriotas.

¿Y si las órdenes llegan, y si, como sucede mucho más a menudo, los soldados sí disparan; si Andropov no muere o en vez de Gorbachov alguien de línea dura hubiera tomado el poder y bajo él los húngaros, polacos u otros descontentos valientemente se lanza a la calle y los tanques se encargan de regresarlos a sus casas a la buenas o en ataúdes?

Pues sin duda alguna se hubiera armado una enorme algarabía internacional, protestas de los líderes occidentales, la OTAN en estado de máxima alerta (de hecho lo estuvo mientras Gorbachov se encontraba detenido en los tensos momentos del golpe de estado en su contra), reuniones de emergencia de la ONU y todas las demás organizaciones igualmente inútiles cuando se trata de potencias, cuando la pura y cruda realidad del poder está en juego, y al fin nada más. Nadie iba a ir a la guerra con la Unión Soviética, como no fueron cuando en 1956 los tanques soviéticos aplastaron violentamente la rebelión en Hungría, o cuando en 1968 las tropas del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia; como tampoco pasó nada cuando la milenaria paciencia china se agotó contra los estudiantes díscolos, adoradores de la diosa de la libertad, y los líderes comunistas mandaron las tropas a aplastarlos en Tiananmen; lo cual hicieron literalmente, no sólo metafóricamente, los tanques realmente les pasaron por encima a los cuerpos en la calle y los soldados dispararon fuego real, no balas de gomas ni gases, sino balas de verdad, como en la inmortal escena de Eisenstien en El acorazado Potemkin, con la pequeña pero decisiva diferencia de que no había cerca ningún acorazado cuyos cañones pudiesen poner fin a la matanza, ni tampoco un genio para crear escenas inmortales de cochecitos cayendo por las escaleras y botas de soldados pisando indefensos bebés.

Esto lleva a pensar que el estado de relativa libertad de las democracias no es algo inevitable, ni mucho menos dado por sentado, sino más bien algo puramente contingente, o, y aquí mi fe hegeliana en la providencia del espíritu entraría en acción, un resultado de justo eso, la Providencia. De hecho Andropov murió y Gorbachov era “buena gente”. Pero de hecho también, en el ínterin, mientras la Providencia actuaba, un número ingente de hombres y mujeres fueron a reunirse, con diversos grados de horror, desesperación y tragedia, con el Espíritu universal y su dialéctica alternancia de ser y no ser. Y tengo la profunda sospecha de que el curso de la Providencia o la manifestación del Espíritu no les era particularmente consoladora ni útil en sus pequeñas, pero para ellos absolutamente importantes, existencias personales.

No es para nada evidente que las democracias, por el sólo hecho de serlo, tengan intrínsecamente una mayor adhesión de sus miembros que las dictaduras, ni que estos estén dispuestos a defenderlas hasta las últimas consecuencias, en realidad a menudo suele ocurrir lo contrario y la victoria de las democracias en situaciones extremas ocurre más por errores de sus enemigos, por puro azar, o quizás realmente por la Providencia que por su decisión y valor.

No es tampoco para nada evidente que proyectos mesiánicos, a veces dementes y en otras absolutamente malvados, estén inexorablemente condenados a la ruina por alguna ley dialéctica. Ni que producir muertes en cantidades apabullantes sea una razón de por sí suficiente para que ciertos líderes o sistemas colapsen o siquiera pierdan el apoyo y la devoción de sus seguidores.  Si alguien duda esto con leer someramente las noticias de Siria puede ver la realidad al desnudo.

Por estos días se conmemoran 201 años de la invasión napoleónica a Rusia y viene perfectamente a colación el ejemplo del emperador de los franceses para ilustrar lo anterior. Las guerras napoleónicas causaron un número de muertos sin precedentes en esos tiempos, pero, pese a esto, el apoyo de los franceses a Bonaparte y sus aventuras no disminuyó en modo alguno. Algo que resulta particularmente notable en las campañas finales, cuando los desastres se sucedieron una tras otro.

Napoleón fue derrotado más por una decisión equivocada, invadir Rusia, por azar o por la providencia, y por el simple hecho numérico de que al final ya no quedaban más franceses en edad militar para pelear, que por la voluntad y la superioridad de sus enemigos.

La campaña rusa es reveladora al respecto. El 24 de junio 1812 Bonaparte, en esos momentos amo y señor de Europa, invade Rusia al frente de la Grande Armée, el ejercito más poderoso jamás reunido hasta ese momento (medio millón o seiscientos mil hombres, la cifra varía según las fuentes, de los cuales la mitad eran franceses y el resto contingentes aliados), y, pese a militarmente ser superior en todos los órdenes a los rusos, derrotarlos en la batalla de Borodino y ocupar Moscú, sufre un descalabro de proporciones épicas. Uno puede, preferentemente con la compañía de Tolstoi en La Guerra y la Paz, cavilar durante horas acerca de si el causante de la derrota fue el genio del Mariscal Kutuzov comandando los ejércitos rusos, o el error de Napoleón de no haber invernado en Moscú y ordenar la famosa retirada fatal, o poniéndose supersticioso, la pesadilla que el emperador tuvo el día antes de cruzar el Niemen, cuando soñó que deambulaba por sombríos bosques rusos y un oso pardo le desgarraba el pecho, o todos esos factores juntos.

El caso es que Napoleón no le temía a los osos, ni al frío, aunque tanto el uno como el otro fueran rusos, y cruzó el Niemen al frente de la Grande Armée, llegó a Lituania, siguió su marcha hacia el corazón de la madrecita Rusia sin muchos contratiempos, dejó mal parados a los rusos en Borodino, con Kutuzov y todo, y el 14 de septiembre, en un tiempo muy breve si se tiene en cuenta que iban caminando, y que los rusos sí peleaban, entra en un Moscú abandonado (los rusos, sin ningún género de dudas bajo el recuerdo reciente de la paliza que recibieron en Borodino, pensaron más prudente evacuarla que tentar de nuevo el poder de las armas francesas, estos tuvieron una 21000 bajas entre muertos y heridos mientras que los rusos más de 52000) y asistió, probablemente pensando en Nerón, al magnífico espectáculo del incendio que, comenzando la misma noche en que los franceses entraban a la ciudad y a modo de decorado de tragedia, durante cuatro días consumió tres cuartas partes de la ciudad. Pero al parecer el oso ruso se sintió estimulado por el espectáculo de Moscú en llamas y con la ayuda del general invierno, que pronto vendría a compartir el mando de las tropas rusas junto a Kutuzov, de la negativa del Zar Alejandro I a capitular, de la astucia de zorro viejo de Kutuzov y de que, quizás forzado por las circunstancias, Napoleón tomó la malhadada decisión de regresar a casa, caminando desde Moscú a París a las puertas del invierno ruso, se encargó de convertir al ejercito francés en un despojo harapiento de helados detritus humanos, en fin, en un fracaso monumental. Regresaron sólo 16000 hombres, y un millón de soldados de los dos bandos murieron durante los 6 meses que duró la campaña, junto con medio millón de civiles rusos que, al tomar ambos ejércitos todos los víveres para sí, perecieron de pura y simple inanición.

Pese a tamaña catástrofe los franceses no sólo no perdieron la fe en Napoleón ni su deseo de matar (no sólo a los rusos sino a cualquiera que se les opusiese en prácticamente la totalidad de Europa), ni de hacerse matar por él, sino que los pocos que quedaban listos para luchar fueron llamados a las armas y un poco después, en 1813, el Emperador estaba al frente de 350000 soldados, la mayoría adolescentes bisoños, que ya no quedaban muchos veteranos ni adultos en edad militar, quienes anduvieron deambulando por el centro de Europa, peleando y ganando batallas es cierto, hasta que fueron derrotados de nuevo, esta vez en Leipzig, en la Batalla de las Naciones, por una coalición de sus enemigos, rusos incluidos claro (cabe pensar que el 13 es el número de la mala suerte), y Napoleón, ante la escases de franceses para armar otro ejercito, fue exiliado en 1814 a la isla de Elba a rumiar su derrota y a confiar en el destino. Este no se hizo esperar mucho. En 1815 estaba de regreso en Francia y en uno de los más memorables momentos de la historia, cuando las tropas mandadas a detenerlo le rodean, el gran corso lanza su memorable frase, “soldados, no reconocen a su Emperador”, y los soldados no sólo lo reconocieron sino que a los gritos de "¡Vive L’Empereur!" lo llevaron en triunfo de vuelta a París donde prestamente organizó otro formidable ejército, esta vez menos numeroso, unos 70000 soldados pero todos veteranos, y a su cabeza partió a una de las más célebres batallas de la historia: Waterloo.

No obstante, al parecer, su suerte se había acabado e ingleses y prusianos, bajo las ordenes del duque de Wellington y del mariscal Blücher respectivamente (fue la séptima coalición en su contra, de nuevo un número místico), finalmente lo derrotaron. Es preciso aclarar no obstante que no lo hicieron sólo gracias a su valor ni genio militar (no se discute el mérito ni el coraje de Wellington ni de Blücher, pero de hecho las tropas de la coalición dejaban bastante que desear y el propio Wellington amargamente se quejaba de ellas, decía que estaba al frente de un ejercito infame, aunque pelearon bravamente es verdad, sobre todo los ingleses) sino por esas raras circunstancias de la historia que, al igual que la muerte de Andropov, hacen pensar en la Providencia. El día antes de la batalla había llovido y la infantería francesa resbalaba al intentar tomar las posiciones inglesas; pero sobre todo, algo en verdad notable, la causa quizás decisiva de la derrota, el Mariscal Grouchy, quien no era ningún advenedizo sino un experimentado y capaz general (durante la retirada de Moscú estuvo al mando del cuerpo de escolta del Emperador compuesto de oficiales escogidos), siguiendo las órdenes de Napoleón de interceptar a los prusianos fue tan fiel a las instrucciones recibidas que durante todo el día anduvo merodeando cerca del campo de batalla, persiguiendo a los prusianos al frente de 33000 dragones sin tomar la decisión a todas luces más lógica y natural: haber acudido aun sin órdenes adonde el sonido de los cañonazos, que oían perfectamente tanto él como su estado mayor y sus soldados, indicaba que se estaba decidiendo la historia; llegó al fin, es verdad, e hizo lo que pudo, pero ya todo estaba perdido.

Después de Waterloo no quedaban suficientes franceses en edad militar para formar otro ejército (en aquella época no estaba de moda armar a las mujeres, y en cualquier caso a Napoleón no se le ocurrió hacerlo), y esa fue la razón fundamental, no el repudio de los franceses a las guerras, de que el Emperador fuera a pasar el resto de sus días bajo la grata y flemática compañía de los soldados ingleses, que ahora sí tuvieron buen cuidado de enviarlo bien lejos, a un islote perdido en medio del Atlántico sur, Santa Elena, de donde no pudiera volver a escaparse y armar otra de las suyas.

Pero, aunque ciertamente la derrota de Napoleón parece algo providencial, lo que más me interesa resaltar aquí no es la Providencia, ni la proverbial tenacidad de los osos rusos o las muy apropiadas lluvias en vísperas de batallas trascendentales de la historia, ni tampoco el que, contra toda lógica, generales, para nada idiotas por lo demás, no decidan lo que a cualquier cabo de infantería se le hubiese ocurrido hacer: ir adonde el constante cañoneo indicaba que se estaba produciendo una batalla en toda regla y decisiva, sino el que los franceses y muchos extranjeros fueron felizmente tras Napoleón a helarse bajo un frío glacial, y lo, aún más curioso, que luego de tamaña hecatombe como fueron la campaña rusa, sin parangón para las cifras de la época, para nada su popularidad disminuyó y los franceses siguieron apoyando a su emperador, no sólo después del desastre ruso, sino de Leipzig y de Waterloo, y de haber sido más, probablemente con aquello de que a la tercera va la vencida (en Rusia no fue derrotado militarmente) el corso hubiese al fin logrado vencer a sus enemigos y cambiar radicalmente la faz del mundo.

El genio de Napoleón Bonaparte está fuera de discusión, no hay dudas de su grandeza a pesar de que el número de muertos durante las guerras que llevó a cabo fue enorme, murieron cerca de seis millones de europeos; se puede decir a su favor que muchas de estas guerras no fueron por su culpa, sino respuestas a las maquinaciones de los enemigos de Francia. Hay en verdad algo profundamente atrayente en su persona y en la magnifica idea de un gran imperio europeo, si hubiese vencido en Leipzig o en Waterloo, o, mucho más decisivamente, si le hubiese temido a los osos, especialmente a los rusos, es muy probable que hubiera mantenido el control de Europa y quizás logrado el viejo anhelo de la unidad europea, lo cual podría haber sido la actualización del ideal, no del todo extinto por entonces, del Sacro Imperio Romano.

De todas maneras, pese a ser su genio incuestionable, y acaso más aún por ello, uno no puede menos de hacerse preguntas. En 1812 Napoleón controlaba la casi totalidad de Europa, desde la península Ibérica hasta Polonia, desde el sur de Italia hasta Dinamarca. ¿Por qué y para qué arriesgó todo en Rusia por objetivos que no se ven aún ahora claramente? Aun cuando los rusos se hubieran rendido era materialmente imposible contralar a tan inmenso territorio, y a la corta o a la larga se hubiera tenido que retirar. Además, la experiencia de España le enseñaba que una guerra de guerrillas es hueso duro de roer. ¿Por qué arriesgarse a abrir dos frentes, y a tan considerable distancia uno de otro?

Quizás la mejor respuesta sea decir que Napoleón era una creación de su propio ejercito, como este lo era de él. Algo que tiene profundos paralelismos en su imitador más siniestro, Hitler, quien sí se fundió con Alemania en cuerpo y alma y, de manera infinitamente peor que Napoleón, llevó a su país al desastre dejando un daño espeluznante tras de sí.

Quizás la campaña rusa fue un resultado de las fuerzas incontrolables que había desatado pero, en cualquier caso, la derrota no era algo inevitable, y ciertamente Napoleón estuvo muy cerca de cambiar radicalmente el mundo.

Me tienta pensar que esto hubiera sido mejor, como ahora he llegado a la conclusión de que si Alemania gana la Primera Guerra Mundial, algo que no hizo también por un tris, quizás la historia del siglo XX hubiera transcurrido por cauces menos horrendos, y quizás también, tanto cuando Napoleón como cuando la Primera Guerra Mundial, hubiera sido preferible que mis queridos ingleses hubiesen dejado de lado su inveterada costumbre de no permitir la existencia de una sola superpotencia en Europa, sea esta quien sea.

La realidad es que, pese a los ingleses, y como Napoleón, Alemania pudo, y de hecho debió ganar la guerra, no sólo tras una larga y desesperada contienda, que en 1918 estuvo a punto de vencer otra vez, sino muy rápidamente, en cuestión de semanas. Y no lo hizo porque el mariscal von Kluck, al frente de los ejércitos germanos que invadieron Francia en 1914, en una especular repetición del Mariscal Grouchy, hizo exactamente lo contrario de este, no siguió el plan trazado. El plan en cuestión, el célebre Plan Schlieffen, nombrado así por su creador el conde Alfred Graf von Schlieffen y modificado luego por von Moltke el joven, sobrino de uno de los más grandes estrategas del finales del siglo XIX Helmuth Karl Bernhard Graf von Moltke, preveía hasta los mínimos detalles la posibilidad de que Alemania tuviese que combatir simultáneamente en dos frentes, contra los rusos y los franceses. Más tarde ha sido criticado por historiadores militares, pero lo cierto es que en los primeros días y semanas de la guerra los acontecimientos se desarrollaron totalmente de acuerdo a las predicciones de Schlieffen.

Von Kluck sin embargo, el 30 de agosto, un mes después del comienzo de las hostilidades, luego de ir avanzando impetuosamente según el plan, decidió girar hacia el Sudeste y pasar de largo a París por el Este, contra lo que Schlieffen decía que había que hacer. Esto tenía cierto sentido desde un punto de vista militar, pero evitó que los alemanes hubiesen podido forzar una batalla decisiva alrededor de París, dejó el flanco derecho de von Kluck desprotegido y en mala posición cuando los franceses lo atacaron unos días después en lo que sería la primera batalla del Marne, que definitivamente detuvo el avance alemán e inmovilizó el frente por tres años en la misma posición. Si von Kluck, en vez de ponerse a improvisar,sigue el plan como estaba previsto, los alemanes hubieran ganado en las primeras semanas de la guerra. Pero von Kluck dobló donde no debía, Alemania perdió y vino la Revolución de Octubre, el totalitarismo, el nazismo, la Segunda Guerra mundial, la guerra fría y toda la sarta de atrocidades en las cuales el siglo XX fue tan pródigo.

La improvisación de Von Kluck, al igual que la rigidez de Grouchy, hacen sin duda reflexionar acerca los límites, posibilidades y consecuencias de la acción humana, pero al final no lo privan a uno del sueño. Lo que sí es totalmente inquietante es darse cuenta de que Alemania no sólo estuvo a punto de vencer en las primeras semanas de 1914, lo cual en verdad me parece hubiese sido mejor, sino que por la lógica normal de las cosas Hitler debió ganar la Segunda Guerra Mundial. Y si no lo hizo fue por la serie de meteduras de pata que cometió durante el transcurso de la guerra. El más evidente de sus dislates fue no haber aniquilado al ejército británico acorralado en Dunkerque, asombrosamente permitió que 300000 hombres fueran evacuados de vuelta a Gran Bretaña. De menor importancia estratégica pero igualmente absurdo fue el bombardeo a las ciudades inglesas en vez de a los aeropuertos militares durante la batalla por Inglaterra (la Fuerza Aérea Real estaba al punto de quedarse sin aviones cuando los alemanes cambiaron de táctica y dedicaron el grueso de su esfuerzo a bombardear a Londres y otras ciudades inglesas, algo por completo inútil desde cualquier punto de vista militar). Más sutiles y no tan decisivas quizás fueron la demora en desarrollar el programa de cohetes V1 y V2, el haber construido acorazados en vez de más submarinos antes de la guerra y otros errores por el estilo. Pero, junto con el disparate de Dunkerque, hubo algo de una importancia capital: Hitler debió haber ignorado cualquier provocación de los EUA, sabía perfectamente que aunque quisiese, Roosevelt no tenía el poder político para declararle la guerra a Alemania si está no lo hacía primero. Incluso después de Pearl Harbor Alemania no tenía ninguna obligación por sus tratados con Japón de declararle la guerra a los EUA; si hubiese repudiado el ataque japonés y no hubiese mostrado una hostilidad manifiesta contra los EUA, Roosevelt no hubiese podido de ninguna manera haber llevado a su país a la invasión de África del norte. Con los ingleses neutralizados y los norteamericanos engarzados contra los japoneses en el pacífico, la operación Barbarosa tenía enormes probabilidades de ser un éxito. Hitler pudo haber conquistado Rusia en tanto que los EUA permanecieran al margen y Alemania combatiera en un solo frente, en vez del suicidio que significaba hacerlo en dos.

Pese a la suma de todas estas meteduras de pata, a pesar de estar peleando en dos frentes, en guerra prácticamente contra el mundo entero, Alemania mantuvo hasta casi el final de la contienda su capacidad de crear muchas de las mejores armas de su tiempo, su ejército siguió siendo el mejor y derrotarlo tuvo un costo espantosamente elevado en muerte, dolor y destrucción. Incluso sin haber evitado la entrada de los EUA, con los errores estratégicos que el mando alemán cometió en Rusia, al final fueron derrotados porque peleaban contra un totalitarismo tan horrible o más que el suyo. Sólo un totalitarismo sanguinario y despiadado como el de Stalin era capaz de resistir a la cantidad de bajas que se produjeron en los primeros meses de la guerra y seguir peleando. El valor de los soldados soviéticos, incuestionable, no bastaba, ninguna sociedad democrática hubiera soportado la masiva devastación que el ataque alemán causó en la Rusia Soviética. Uno puede, a título de ejercicio mental, imaginar que hubiese pasado si los Estados Unidos hubiesen padecido en su propio territorio algo siquiera parecido a lo que sufrió Rusia. Y para no tener que ir a hipotéticos escenarios, basta con el caso de Francia, la cual con mucho menos daños y bajas que Rusia, ni siquiera consideró seriamente la posibilidad de seguir peleando.

Como los alemanes perdieron se tiende a exagerar el valor de los soldados aliados luchando por la libertad y la democracia. Sin embargo, la realidad es que los más valientes y efectivos soldados del mundo pelearon por el lado alemán, y no sólo pelearon heroica y bravamente por Hitler sino que lo hicieron con extrema eficiencia. Por cada alemán caído en el frente oriental cayeron tres rusos y en el frente occidental por cada dos bajas alemanas hubo tres aliadas.

No sólo eran los alemanes los mejores soldados, con una fe fanática por su Führer, sino que su tecnología, su estrategia y su capacidad era superior a la de sus enemigos. Incluso en 1944 Alemania seguía siendo vanguardia en innovaciones. Además, la economía Nazi sí fue eficiente. Alemania fue el único país del mundo que realmente salió de la gran depresión antes de la guerra. Los nazis eliminaron el desempleo casi a totalidad en un tiempo record, cierto que manipularon las estadísticas pero es innegable que el paro casi desapareció. Alemania probó contra toda duda que un estado totalitario sí puede ser por completo eficiente, estar en la vanguardia en casi todos los órdenes y tener el apoyo incondicional de la inmensa mayoría de sus miembros.

De hecho su eficiencia es verdaderamente asombrosa, como lo es también ese incondicional apoyo de la mayoría de los alemanes a Hitler. Sirva de ejemplo de lo anterior recordar que el último llamado a filas fue a niños de 12 años, y que estos niños defendieron Berlín casa por casa, y en gran medida como en el caso napoleónico, al final fue decisivo para la derrota el simple factor numérico: no había más alemanes para seguir peleando.

Esto nos lleva de regreso al ex oficial y sus argumentos. La derrota de los dictadores, de los totalitarismos o imperios mesiánicos es más una cuestión de sus propios errores, estupidez o simple azar que una necesidad inexorable o el producto del coraje o la inteligencia de sus enemigos democráticos. Las democracias no necesariamente tienen a los mejores soldados ni la devoción plena de sus ciudadanos. Los mejores soldados del mundo estaban del lado alemán cuando la Segunda Guerra Mundial, y también cuando la Primera, como lo estuvieron del lado francés bajo Napoleón. Sí puede una sociedad totalitaria ser muy eficiente y sus integrantes pueden apoyarla fanáticamente hasta la inmolación. Y las democracias no toman necesariamente decisiones más acertadas que las dictaduras o los totalitarismos, en la práctica pueden equivocarse más que ellos y ser más lentas para decidirse en situaciones de peligro real.

No obstante las democracias son menos proclives a perpetuar sus errores que los dictadores, tienen, quizás, una sola aunque muy importante ventaja sobre ellos: la capacidad de corregir sus fallos; es sin dudas más fácil cambiar a un gobernante canalla u orate en una democracia que quitarse de encima a un líder mesiánico bajo una dictadura. Esto hace que a la larga su victoria sea más probable, pero en modo alguno algo inevitable como el mito del progreso hace creer.

Pero tampoco hay una garantía absoluta de que las sociedades democráticas no sucumban a líderes e ideologías mesiánicas e incluso dementes. El ejemplo alemán, y en menor medida napoleónico, lo prueba: una sociedad democrática puede no sólo renunciar a su libertad, elegir y seguir ciegamente a un líder mesiánico, sino no ver o no querer ver sus errores, no tener ninguna intención de cambiarlo e inmolarse por él.

Por otro lado, puede ser muy probable que un tirano carismático cometa errores decisivos, pero esto está lejos de asegurar que dichos errores den al traste con su poder, es necesario que sean aprovechados en el momento justo.  Fidel Castro es un paradigma de lo anterior.

Mi conversación con el ex oficial ocurrió en 1995 cuando Cuba estaba viviendo los años más duros del período especial. Parecía inevitable el colapso del sistema, los monumentales disparates económicos del gobierno cubano eran más que patentes, habían llevado el país a la parálisis prácticamente total. No obstante, no sólo no se produjeron cambios esenciales, sino que el sistema se fortaleció y en la actualidad parece poco probable que se desmorone. Como me dijo el oficial, en lo que les era esencial aprendieron de sus fallos, afinaron sus estrategias y tácticas, y como no hubo una presión real capaz de aprovecharse de sus errores, siguieron en el poder.

De modo que la victoria de las democracias en un conflicto externo o del ideal democrático en una sociedad determinada, es cualquier cosa menos inevitable. No está para nada predeterminada por el destino, por el contrario, es muy posible, y de hecho sucede, que una democracia pueda evolucionar o involucionar, depende de cómo se mire, hacia un sistema cerrado o totalitario.

Si las democracias se vuelven complacientes o débiles los seguidores entusiastas de las tiranías pueden derrotarlas, y no sólo desde fuera, sino, y mucho más peligrosamente, desde dentro. Las democracias necesitan de algo mucho más importante que la mera capacidad de elegir a sus gobernantes para subsistir, necesitan de la virtud de sus ciudadanos, de reales personas libres. Y los seres humanos pueden y de hecho lo hacen, a menudo voluntariamente, renunciar a su libertad.

Pero pese a lo anterior, a que en modo alguno está asegurada la libertad o la democracia, la narrativa más frecuente y persistente en occidente sigue afirmando que la democracia es inevitable.

El mito del progreso continúa siendo algo casi ubicuo, sin que tenga otro fundamento real que su propio carácter mítico. Ciertamente sí hay progreso en muchas cosas, la técnica es el ejemplo más evidente, pero esto no es en modo alguno condición de una mayor libertad o plenitud humanas. De nuevo Alemania nazi sirve de ejemplo, la ciencia alemana era la mejor de su tiempo y se puso al servició de la barbarie más atroz. En una situación de crisis total, de sobrevivencia, la barbarie humana de nuevo puede surgir en toda su desnudez.

En la actualidad no existe ningún totalitarismo comparable a la Alemania Nazi ni al imperio soviético. China no es una amenaza ni remotamente parecida. Pero tampoco es una alternativa que sea muy halagüeña.

China es indudablemente un estado represivo que no da ninguna señal de que vaya a colapsar o a democratizarse, pero pese a la patente evidencia de lo contrario, en occidente se sigue pensando que China evolucionará hacia una democracia. Para la mentalidad marcada por la idea del progreso el éxito es inimaginable en un país regido por un partido comunista y violador de los derechos humanos. Pero aún así China bulle de energía y entusiasmo. Nunca antes en la historia tanta gente han tenido tantas oportunidades. Nunca antes algo como la presente generación de jóvenes chinos educados ha irrumpido al mundo y escasamente podemos imaginar sus capacidades. China puede en verdad superar a occidente en todos los campos, y un mundo regido por China podría ser un lugar mucho menos agradable para vivir.

Asumir que a la larga el partido comunista Chino no podrá mantener el control porque no es una democracia es una complacencia llevada al extremo de la tontería.

De igual modo, en la modesta escala cubana, pensar que el sistema cubano necesariamente cambiará por su fracaso económico, o por el mero hecho de ser el comunismo inviable, es en el mejor de los casos un buen deseo, y en la realidad una ingenuidad pavorosa, ante la cual hombres como el ex oficial que conversaba conmigo se sonríen moviendo la cabeza y pensando en la eterna tontería humana.

Es cierto que a veces los dictadores sucumben a sus propios errores, otras a fuerzas externas o ante sus propios pueblos. Pero mientras más se examina a los que han caído, menos se puede asegurar que su caída fue inevitable.

Es cierto también que la democracia parece ser la alternativa menos mala de organizar los asuntos humanos, pero su existencia está muy lejos de ser una necesidad, en realidad puede ser sólo un fenómeno curioso ante una nueva noche de tiranías, en la cual no necesariamente la gente estarían tristes, pueden incluso sentirse a gusto como en la novela de Aldous Huxley Un mundo Feliz.

La democracia ciertamente puede ser destruida desde fuera, pero más a menudo puede serlo desde dentro. La libertad para instaurarse y mantenerse necesita antes que nada de hombres libres, necesita de virtud, es en verdad algo precario, frágil, que para nada está garantizado por una necesidad o una ley dialéctica.

Personalmente me gusta pensar que al menos en el caso de Hitler la Providencia sí actúo, pero cuando se mira la creciente trivialidad de las sociedades occidentales, la indolencia y cobardía de los europeos, los nacionalismos mezquinos e insensatos, la resignación y vulgarización, la banalización de todos los órdenes de la vida que parecen convertirse en la vocación de estos tiempos, no puede menos de pensar que los fantasmas de la tiranía en cualquier momento pueden volver a hacer su aparición.

Y cuando uno mira de cerca el panorama desolador de estupidez, indolencia, decadencia moral, intelectual y social que ya es endémico en Cuba y poco a poco se ha ido extendiendo al exilio, llega a tener profundas reservas no ya de que un cambio sea inevitable, sino siquiera posible.

Sin dudas el ex oficial de la seguridad me replicaría, pero si nosotros ya lo sabíamos, el asunto es saber esperar.


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martes, julio 30, 2013

Dimas Castellanos desde Cuba: La relación salario-corrupción en la Cuba de los Castro

Tomado de http://www.diariodecuba.com


La relación salario-corrupción

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A los bajos salarios, los cubanos respondieron con actividades alternativas; a la ausencia de sociedad civil, con la vida sumergida; a la falta de materiales, con el robo al Estado; y al cierre de todas las posibilidades, con el escape al exilio.
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Por Dimas Castellanos
La Habana 
29 Jul 2013

La experiencia, avalada por las ciencias sociales, enseña que el interés es un motor insustituible para el logro de objetivos. En el caso de la economía, la propiedad sobre los medios de producción y el monto de los salarios influyen decisivamente en el interés de los productores. Cuando ese interés desaparece como ocurrió en Cuba con el proceso de estatización, la impedimenta para ser propietario y/o recibir salarios en correspondencia con sus aportes, obligó al cubano a buscar fuentes alternativas para subsistir mediante la apropiación de la supuesta propiedad de todo el pueblo.

Esa conducta, prolongada durante demasiado tiempo, devino componente de la moral, es decir, en normas admitidas socialmente hasta su generalización en toda la sociedad. A los bajos salarios los cubanos respondieron con actividades alternativas; a la ausencia de sociedad civil, con la vida sumergida; a la falta de materiales, con el robo al Estado; y al cierre de todas las posibilidades, con el escape al exilio. Acciones expresadas con el mismo discurso del siglo XIX, pero ahora no para abolir la esclavitud ni alcanzar la independencia, sino luchar para sobrevivir. Una conducta recogida en la expresión popular: "Aquí lo que no hay es que morirse".

Ante esa realidad la respuesta gubernamental se concentró en la represión: policías, vigilancia, restricciones, inspectores e inspectores de los inspectores, expulsiones, condenas y encarcelamientos. Acciones sobre los efectos sin tener en cuenta que las soluciones pasan por el reconocimiento y la acción sobre las causas.

En la clausura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 7 de julio pasado, el Primer Secretario del PCC, Raúl Castro, expresó que la implementación de los Lineamientos requiere de un "clima permanente de orden, disciplina y exigencia en la sociedad cubana y que el primer paso es hurgar en las causas y condiciones que han propiciado este fenómeno a lo largo de muchos años. A ello añadió: Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás". Enumeró las manifestaciones negativas, de todos conocidas, entre ellas, que "una parte de la sociedad ha pasado a ver normal el robo al Estado", para concluir que: "Lo real es que se ha abusado de la nobleza de la revolución, de no acudir al uso de la fuerza de la ley, por justificado que fuera, privilegiando el convencimiento y el trabajo político, lo cual debemos reconocer que no siempre ha resultado suficiente". Y reconocer que "hemos retrocedido en cultura y civismo ciudadanos".

A pesar de lo declarado, faltó reconocer que las subvenciones recibidas del exterior, basadas en relaciones ideológicas y por tanto ajenas a las leyes económicas, fueron inútiles para promover el desarrollo y que en su lugar, esa "ayuda" solapó la ineficiencia del modelo cubano, hasta que el derrumbe del campo socialista develó la falsedad de las bases en que se sustentaba. En ese momento, en vez de enrumbarse definitivamente hacia la conformación de una economía propia y eficiente, el Gobierno se limitó a introducir cambios coyunturales en espera de mejores tiempos, hasta que las nuevas subvenciones, provenientes de Venezuela, permitieron detener las reformas.

El intento de ignorar que el sistema interrelacionado de elementos que conforman la sociedad sufre mutaciones permanentes, las cuales cuando no son atendidas a tiempo obligan a reformar toda la estructura social, ha caracterizado al gobierno de Raúl Castro, quien dotado de suficiente voluntad política para conservar el poder, pero sin la necesaria para emprender reformas estructurales, decidió profundizar los cambios dirigidos a lograr una economía propia y eficiente, pero subordinados al mantenimiento del poder, lo que explica las limitaciones y los fracasos del empeño. En medio de esos esfuerzos, las reñidas elecciones presidenciales celebradas en Venezuela a principios del año 2013, dispararon la alarma sobre la fragilidad de las subvenciones provenientes del país sudamericano, lo que ha puesto a la orden del día, sin posibilidad de retroceso, la imperiosa necesidad de profundizar las reformas iniciadas.

Sin embargo, tanto las primeras medidas implementadas, como las más recientes, al producirse en ausencia de una sociedad civil con capacidad para influir en ellas, ha determinado que el sujeto de los cambios sea el mismo que arribó al poder en 1959, el cual por su prolongada duración tiene intereses que defender y es responsable de todo lo bueno o malo ocurrido; una característica que le impide actuar como lo podría hacer un movimiento que arriba al poder por vez primera. Por esa razón el alcance, la dirección, la velocidad y el ritmo de los cambios han respondido a la conservación del poder.
Inmerso en la contradicción de avanzar sin reformas estructurales, el Gobierno está enfrentando el inmenso obstáculo que significan los desajustes ocurridos en el sistema social durante décadas. Entre ellos el efecto dañino que ha tenido la desproporcionada relación entre los salarios y el costo de la vida, así como su reflejo en la corrupción imperante.

El salario real debe ser, al menos suficiente para la subsistencia de los trabajadores y sus familias. De acuerdo a esta exigencia el salario mínimo permite la subsistencia, mientras los ingresos por debajo de ese límite marcan la "línea de pobreza". Desde 1989, cuando un peso cubano equivalía a casi nueve de los actuales, la tasa de crecimiento del salario comenzó a ser inferior a la tasa de aumento de los precios, lo que explica, que a pesar de haberse producido aumentos en el salario nominal, la capacidad de compra ha disminuido, al punto que resulta insuficiente para sobrevivir.

Con el salario promedio mensual, alrededor de 460 pesos (menos de 20 CUC), no se pueden cubrir las necesidades básicas. Un estudio realizado en dos núcleos familiares, compuesto de dos y tres personas respectivamente, arrojó que el primero ingresa 800 pesos y gasta 2391, casi tres veces más que el ingreso; el otro ingresa 1976 pesos y gasta 4198, más del doble de lo que ingresa. El primero sobrevive por la remesa que recibe de un hijo que radica en Estados Unidos, mientras el segundo no declaró como adquiere la diferencia. Esa desproporción constituye la principal causa que, ante la pérdida de la función del salario, la familia cubana se haya dedicado masivamente a buscar fuentes alternativas de ingresos para sobrevivir, en la mayoría de los casos mediante actividades al margen de la ley.

Como solo se puede distribuir lo que se produce, el Gobierno se enfrenta a una compleja contradicción. Los cubanos, desmotivados por salarios que no guarda relación con el costo de la vida no están dispuestos a producir y sin aumento de la producción no pueden mejorar las condiciones de vida. La solución no está en llamados ideológicos ni en que el pueblo le salga al paso al pueblo, sino en reconocer al Estado como el causante principal de esa anomalía y en consecuencia descentralizar la economía, permitir la formación de una clase media, destrabar todo lo que frene el aumento de la producción, hasta ser posible la unificación de las dos monedas que permita proceder a una reforma salarial. Todo ello implica profundizar las reformas hasta dotarlas de un  carácter integral, lo que incluye, por supuesto, el restablecimiento de las libertades ciudadanas, algo que hasta ahora el Gobierno se ha negado.
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Comentarios  dejados en Diario de Cuba

Anónimo - 30 Jul 2013 - 1:16 am.

Yo solo soy programador de computadoras y quisiera que alguien me explicara la famosa frase que hace mucho rato vengo escuchando. "Robo al Estado". Puse bien, que significa esto. Si queremos ser algo justo, pudieramos decir que en los 80, cuando existia esa tuberia de recursos desde europa del este, un trabajador que ganara 250 pesos por ejemplo, podia sufragar sus gastos mas o menos, pues recuerdo que la carne de puerco valia 2.50, los frijoles 1.60 (no hablo de otras cosas para no complicar mucho el  tema), pues bien, a partir de los 90, cuando abren las famosas shoppings, el estado te paga en pesos y te cobra todo en dolares. Yo trabajaba en Melia Varadero, esta compañia me pagaba 468 usd, y cubanacan se quedaba con los 468 y me daba 468 pesos cubanos, a razon de 1x1, despues, para yo obtener 1 usd de los mios, tenia que aportar entonces, 150 pesos, hoy creo que 24. Entonces, si yo me apodero de algo que yo mismo produzco, ESO SE LLAMA ROBO, expliquenme porque no entiendo nada, no me vayana hablar de medicina y educacion, por favor, o no escribo mas ni pregunto mas. Gracias
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Anónimo - 29 Jul 2013 - 4:47 pm.

Muy bueno el analisis, realista totalmente y ajustado 100% al fenómeno cubano ,solo le faltó decir una cosa que considero muy importante y es que el pueblo sabe que los causantes de todo su desastre son una clase de élite que se apropío de todo el país y no ha sentido para nada en lo que respecta a carencias materiales todo lo vivido por el pueblo de Cuba  estos años, ellos los de la élite entre comillas "revolucionaria" no la han pasado mál y el pueblo lo tiene claro, sabe que todo ha sido un gran circo y por eso se atribuye el derecho aunque destructivo como todos sabemos de robar si es necesario para poder subsistir y cambiar sus valores sin ninguna otra opción que tener ante semejante sinverguensura que les han aplicado e impuesto en sus vidas, los valores perdidos son en primera instancia de la clase dirigente y sus acciones y ejemplo los demás es solo la causa como dice el árticulo , se olvidaron que la gente tiene que vivir y que la vida es única y se vive una sola vez, no hay tiempo dos veces para esperar  por un buén gobierno, se vive hoy y ahora pero ellos los de la élite si se han aplicado muy bíen este concepto y han sabido vivir, dios cuide de este pueblo de Cuba y vengan mejores tiempos y oportunidades y nos saque esta lacra pronto de encima.
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Anónimo - 29 Jul 2013 - 4:43 pm.

Dimas no solo es tremendamente cierto lo que expones, sino esta mas que claro para cualquiera que quiera conocer el problema de Cuba. Cuanto siento que el gobierno no quiera dar su brazo a torcer a sabiendas que el pais se cae a pedazos. La esencia de todo es que los castristas no quieren soltar el poder y  no existe una sociedad civil fuerte. A los Castro no les importa que el pais "se  hunda en el mar". Ellos tienen los yates preparados...y suficiente $$$$.

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WSJ. MARY ANASTASIA O'GRADY sobre el descubierto contrabando de armas cubanas en buque de Corea del Norte: Los hermanos Castro no pueden esconder su verdadera naturaleza . The Castro Brothers Get Caught in the Act.


Los hermanos Castro no pueden esconder su verdadera naturaleza

 Por  MARY ANASTASIA O'GRADY
July 28, 2013


La noticia de que Cuba fue descubierta contrabandeando combustible y armas en un buque de carga norcoreano, cuando trataba de atravesar el Canal de Panamá, sorprendió a muchos de los que se creyeron el cuento de que el régimen de los Castro se está reformando y está ansioso por perder su reputación criminal.

Son como la rana de la fábula que accede a llevar a un escorpión sobre su espalda para ayudarle a cruzar un río. Cuando a medio camino el escorpión pica a la rana de todas maneras, la rana se queda confundida porque está claro que ahora morirán los dos. El escorpión se explica diciendo que lo que hizo era inevitable porque "esa es mi naturaleza".

Lo mismo vale para los hermanos Castro. Simplemente son incapaces de contener su bestialidad.

Pretender lo contrario significa negar que los Castro, que abogaron ante los soviéticos a favor de la guerra nuclear contra Estados Unidos en 1962, todavía son peligrosos. Sin embargo, la negación está de moda en las redacciones de los medios de comunicación y en los pasillos del Capitolio, en Washington, lo que explica por qué la noticia del contrabando de armas fue tan evanescente.

La naturaleza de escorpión de los Castro no es noticia para los cubanos. No tienen permiso para utilizar Internet, no pueden ver programas de noticias independientes, no pueden ganar en dólares ni expresar sus opiniones, tienen prohibido enviar a sus hijos a escuelas privadas o rendir culto a sus religiones con libertad. Algo tan básico como la leche para los niños es difícil de encontrar.

(Fidel Castro y su hermano Raúl durante una sesión de la Asamblea Nacional Cubana en febrero de 2013. European Pressphoto Agency )

Algunos cubanos que se rebelaron llevan años languideciendo en mazmorras. Otros ahora son víctimas de un nuevo método de represión que según los observadores consiste en arrestos y rápidas puestas en libertad. El Consejo de Relatores de Derechos Humanos de Cuba informó la semana pasada que "en los primeros seis meses de 2013, la Policía Política del Gobierno Cubano llevó a cabo más de 1.000 arrestos arbitrarios por motivos políticos, la mayoría violentos, que duraron como promedio entre 12 y 24 horas". El consejo cifra en 70 los prisioneros políticos que cumplen sentencias de varios años.

El incremento en la represión ha acompañado los recientes esfuerzos de conseguir más capital extranjero al atraer visitantes estadounidenses a través de excursiones "educativas" y "culturales" que son permitidas por EE.UU. bajo su embargo. Los movimientos de estos visitantes y su interacción con los cubanos deben ser controlados de cerca por la dictadura para asegurarse de que no vean mucho de la Cuba verdadera. Se supone que deben irse hablando maravillas del feliz paraíso comunista. Muchos de ellos lo hacen.

Una dictadura es aparentemente una curiosidad exótica para los estadounidenses acomodados. Son dirigidos en grandes grupos por partes selectas del país para que vean de primera mano lo que puede inspirar la privación.

Esta semana, la exclusiva escuela Phillips Exeter Academy anunció que se uniría al colegio Miss Porter's "en una semana de exploración del fascinante arte y cultura de Cuba". El comunicado no hacía ninguna mención a si los estudiantes de estos internados visitarían las cárceles donde residen los inconformistas, incluyendo artistas, músicos y la defensora de derechos humanos Sonia Garro. Tampoco quedó claro si los chicos aprenderían sobre el régimen de moneda dual, bajo el cual el gobierno militar se embolsilla los dólares de los turistas mientras que paga a sus trabajadores con pequeños pedazos de papel que apenas tienen valor. Yo tengo mis dudas al respecto.

Ahora llega la noticia del envío de armas a bordo del buque Chong Chon Gang con destino a Corea del Norte, un país de cercas de alambre de púas y hambre, un régimen tan peligroso para la paz mundial que incluso el indeciso Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, China incluida, accedió de manera unánime en marzo a incrementar las sanciones en su contra.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba inmediatamente dijo que las armas, encontradas ocultas bajo 10 toneladas de azúcar y sin declarar, eran obsoletas y que estaban a bordo para ser reparadas. Pero José Otero escribe en el diario panameño "La Prensa" que las autoridades del país encontraron los fuselajes de dos aviones MIG y tanques llenos de combustible para jets, además de "un avión para recarga de combustible en el aire, dos vehículos para remolques de radares, una base para lanza-cohetes, una antena de radar con su plataforma y muchos cables" en las bodegas del barco.

Los expertos dicen que algo no cuadra. Las reparaciones de equipos bélicos suelen hacerse pidiendo partes y trayendo a los técnicos. Además, dado que todo estaba hecho en la Unión Soviética, enviarlo a Corea del Norte no tiene ningún sentido.

El ex presidente colombiano Álvaro Uribe escribió un tuit el 18 de Julio en el que decía que una fuente confiable le dijo que parte de ese cargamento tenía como destino Ecuador. El periodista colombiano Eduardo MacKenzie indicó en una columna en línea la semana pasada que "siete otros barcos de Corea del Norte han hecho viajes a Cuba en los últimos cuatro años, con itinerarios parecidos al del Chong Chon Gang". Un nivel más del misterio es lo que esos barcos podrían haber llevado a Cuba en primera instancia.

Todo esto huele mal. Cuba quiere deshacerse de su estatus como paria internacional para que pueda recibir ayuda del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo así como crédito de bancos estadounidenses y de esta manera evitar las reformas políticas y económicas. Adoctrinar a las estudiantes del colegio Miss Porter's es parte de ese esfuerzo. El contrabando de armas es, o debería ser, una llamada de atención
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The Castro Brothers Get Caught in the Act.

Por Mary Anastasia O'Grady
 July 28, 2013

The news that Cuba was caught smuggling fuel and weaponry on a North Korean freighter through the Panama Canal surprised many who have bought the line that the Castro regime is reforming and eager to lose its reputation for criminality.
They are like the fabled frog that agrees to carry the scorpion on his back across the water. When the scorpion stings the frog midstream, the amphibian is confounded because it is clear that both will drown. But the scorpion explains that what he did was inevitable because "it's my nature."
The same goes for the Castro brothers. They are simply incapable of containing their beastliness.
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To pretend otherwise is to deny that the Castros, who lobbied the Soviets for nuclear war against the U.S. in 1962, are still dangerous. Yet denial is in fashion in some newsrooms and in the cloakrooms on Capitol Hill, which is why the weapons-smuggling story was so evanescent.
The scorpion nature of the Castros is hardly news to Cubans. They are not permitted to use the Internet, to watch independent news broadcasts, to earn dollars, to speak their minds, to send their children to private school or to worship freely. Something as basic as milk for children is hard to find.
Some Cubans who rebel languish for years in dungeons. Others are now victims of a new method of repression that observers call "catch and release." The Council of Human Rights Rapporteurs in Cuba reported last week that "in the first six months of 2013 the Cuban government political police made more than 1,000 arbitrary arrests for political activity, the majority [of the arrests] violent and lasting on average between 12 and 24 hours." The council counts more than 70 political prisoners serving multiple-year sentences.
Increased repression has accompanied recent efforts to bring in more foreign exchange by attracting American visitors through "educational" and "cultural" excursions that are permitted by the U.S. under its long-standing embargo. The movements of these visitors and their interaction with Cubans must be tightly controlled by the dictatorship to ensure that they don't see too much of the real Cuba. They are supposed to go away singing the praises of the happy communist paradise, and many do.
A dictatorship is apparently an exotic curiosity for well-to-do Americans. They are being herded through selected parts of the country in large numbers to view firsthand what deprivation can inspire.
This week the elite Phillips Exeter Academy announced that it would join with Miss Porter's School "on a weeklong exploration of the fascinating art and culture of Cuba." There was no mention of whether students in these prep schools would be visiting the jails where nonconformists—including artists, musicians and the black human-rights advocate Sonia Garro—reside. Nor was it clear whether the children would learn about the dual-currency regime in which the military government pockets dollars from the visitors while it pays workers in almost worthless bits of paper. Somehow I doubt it.
‪Now comes the news of the arms shipment aboard the Chong Chon Gang headed for North Korea, a land of barbed-wire fences and starvation, a regime so dangerous to world peace that even the dithering United Nations Security Council, China included, agreed unanimously in March to heightened sanctions against it.
The Cuban foreign ministry immediately claimed that the weaponry, found hidden under 10 tons of sugar and undeclared, was obsolete and going abroad for repair. But José Otero writes in the Panamanian daily La Prensa that Panamanian officials found two MiG fighters and full tanks of jet fuel, along with "a mid-air refueling plane, two vehicles for towing radars, a rocket-launching platform, a radar antenna with platform and many cables" in the ship's hold.
Experts say the story doesn't add up. Weapons repairs are normally made by ordering parts and flying in technicians. What is more, since everything was made in the Soviet Union, sending it to North Korea doesn't make sense.
Former Colombian President Alvaro Uribe tweeted on July 18 that a reliable source told him that part of the shipment was destined for Ecuador. Colombian journalist Eduardo MacKenzie noted in an online column last week that "seven other North Korean ships had made trips to Cuba in the last four years with itineraries similar to the Chong Chon Gang." A further mystery is what these ships may have brought to Cuba in the first place.
All of this smells bad. Cuba wants to shake off its international pariah status so that it can get World Bank and InterAmerican Development Bank handouts and credit from U.S. banks, thereby avoiding economic and political reform. Indoctrinating the girls at Miss Porter's School is part of that effort. The arms-trafficking is, or should be, a wake-up call.


Write to O'Grady@wsj.com
A version of this article appeared July 29, 2013, on page A11 in the U.S. edition of The Wall Street Journal, with the headline: The Castro Brothers Get Caught in the Act.

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Marlene Azor Hernández: Lamentable discurso del General/Presidente Raúl Castro Ruz


Lamentable discurso del General/Presidente

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La señal más importante para los funcionarios y para ámbito internacional, es que la dirección política del país, imita el movimiento del cangrejo
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Por Marlene Azor Hernández
 México DF



29/07/2013

Con su proverbial falta de liderazgo y su pragmatismo revestido de la fuerza bruta, nuestro General/Presidente, nos regala un discurso el pasado 26 de Julio, que bien podría haberse pronunciado treinta años antes, en ocasión de alguno de los más de 15 huracanes que han azotado la Isla en su último medio siglo.

Un homenaje al “mito fundacional”, tomado con pinzas y que no le dice nada al 80 % de la población cubana, una referencia al último huracán, con promesas que no se cumplen y un recordatorio a todos los presentes de que la unidad, descansa en la fuerza militar del ejército. Ni el más mínimo atisbo de democracia, porque lo más importante es conservar el poder intacto, no perdón, me confundí, la “unidad nacional”.

Adam Przeworski nos recuerda una reacción de los burócratas autoritarios ante la incertidumbre de la democratización que se aplica al caso cubano “La única lección que extraen de sus fracasos del pasado, es que se precisa cierto grado de represión adicional hasta que las cosas se encaminen. Para ellos, racionalidad y democracia son mutuamente excluyentes”[1]. También señala que la democratización significa para estos burócratas una derrota ideológica, psicológica y política: aborrecen la incertidumbre que no les permite comandar el mundo desde su propia racionalidad y a voluntad. De ahí, desde esta mentalidad, el Presidente proyecta en su discurso, el futuro de la ciudad de Santiago: “una ciudad cada vez más bella, higiénica, ordenada y disciplinada”. Una mirada tan militar como su propio cargo.

Nuestro General/Presidente, nos ha regalado un discurso para turistas. Para todos los turistas en tanto visitan un país detenido en el tiempo, un país museo con ofertas inusuales que mezclan el yate Granma remozado, con mojitos, placeres y sexo —que no se permiten en sus países de origen— y que es en lo que se ha convertido la “excepcionalidad” cubana. Nosotros los cubanos nos comprendemos de otra manera, pero eso no cuenta para la mirada del turista común ni se incluye entre las preocupaciones del Presidente.

También es un discurso para los turistas amigos del gobierno cubano que como ha sido tradicional, respaldan al gobierno y hacen loas inmerecidas a sus líderes históricos, pero se olvidan del pueblo cubano que es sólo un buen telón de fondo o peor, lo hacen responsable de las experiencias caudillistas después de 1959. Una izquierda que no pierde la oportunidad para seguir llenándose de lodo ante los ojos de los ciudadanos cubanos.

Ya en estos próximos días tendremos los nuevos chistes populares sobre el Chong Chon Gang que el Presidente “olvidó” mencionar, o el contrasentido de la portada del Granma con una foto del consejo de ancianos bajo el título “Esta sigue siendo una Revolución de jóvenes como lo fuimos el 26 de julio de 1953”, y que debo confesar, me arrancó una carcajada mañanera.

Bajo este discurso inmovilista, los execrables “actos de repudio” no cesan. La violencia física y verbal continúa en el mejor espíritu de las dictaduras latinoamericanas. La misma violencia y el mismo silencio sobre su accionar. Paralelo al acto homenaje, varias casas de disidentes fueron asaltadas y sus dueños detenidos en la zona oriental del país. Dos realidades simultáneas y paralelas en el mismo territorio y sobre el cual se pretende guardar el mayor silencio, que es el cómplice de la impunidad.

Desde su proliferación en los años 80, este detestable recurso represivo del Estado se ha incorporado a la cultura política cubana. Digo que se ha incorporado porque faltan demasiadas voces nacionales decentes para que el detestable método sea desterrado definitivamente de las prácticas políticas cubanas. La violencia del Estado contra sus ciudadanos, que las envejecidas neuronas del presidente octogenario cubano no logran conectar con las indisciplinas sociales, con la pérdida de valores, con los salarios miserables y la ausencia de derechos cívicos y políticos, no aparece en las reflexiones de sus responsables. Es imposible que un cerebro octogenario logre discernir su propia obra en el descalabro nacional. Uno comprende que a esa edad, debería tener el pudor de retirarse, y pasar a entretener a los bisnietos cosa en la cual, seguro, sí obtendría algunos resultados.

El relevo, al que alude el Presidente en su discurso está igualmente desacreditado: ha sido seleccionado por el Consejo de Ancianos, y no sometido a votación popular, domesticado, repetitivo y falto de iniciativa personal para que nada se mueva hasta 2018. La erosión de la figura de Díaz-Canel, ya está en marcha. Por la tendencia observada hasta ahora, parece que “la actualización” se encamina como cambio fundamental, a reconocer cada vez más el descalabro nacional y a colocar “parches remendones” pero no soluciones a los problemas más graves acumulados en los últimos 23 años.

Yo agregaría al análisis de Adam Przeworski, que los burócratas autoritarios, necesitan un poco más de represión hasta que las cosas se encaminen de acuerdo a sus gustos y mientras, en un tiempo que imaginan inmortal, conservan sobre todo el cinismo de pretender que sus intervenciones públicas tienen algo de credibilidad.

El Maestro Galileo, me diría: pero se mueve y yo le respondería: en efecto, la dirección política cubana, insiste en imitar el movimiento del cangrejo.

[1] Adam Przeworski “Algunos problemas en el estudio de la transición hacia la democracia” en Transiciones desde un gobierno autoritario (Buenos Aires: PAIDOS,1988) 97


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Roberto A. Solera: HÉROES DE PIES DE BARRO

 HÉROES DE PIES DE BARRO


Por Roberto A. Solera
Editor Cubaenelmundo.com
Julio 29 de 2013



                                                                                                                                                               El mundo vive en el reino de los mitos. Estos son divulgados en forma continua por los medios de comunicación, que no son más que las tenazas de los que manejan los hilos del poder y que de forma sistemática y continua martillan sobre la conciencia y el área pensante de los cerebros ciudadanos.

De esa forma algo o alguien que no tiene valor para ser elogiado o ética pasa a ser el summa cum laude de un área del conocimiento, de la sociedad, de la política e incluso de la Historia. No importa el verdadero e intrínseco valor de algo o alguien, los medios de comunicación se encargan –por encargo—de hacerlo brillar sin importar si en realidad despide destellos de grandeza o de verdad o si sólo es como los planetas reflejo de los que dominan la política, las artes, las ciencias.

Dicen que un terrorista puede serlo para sus enemigos o patriota para sus partidarios. Quien hoy pone una bomba o mata inmisericordemente a otros, mañana pasará a ser paladín de la libertad, de la decencia de los preclaros luchadores por la libertad, insigne prócer o paradigma a imitar.

Los ejemplos abundan y aunque conocidos en su momento por sus congéneres sus defectos, errores o simplemente sus crímenes pasan al desván del olvido, muy a propósito si los interesados en que lo sean, se lo proponen.

Hoy un Mandela (foto de su época de terrorista) puede ser figura respetada y enaltecida por su lucha por el fin del apartheid en Sudáfrica y es cariñosamente recordado por sus conciudadanos. No se menciona su afán terrorista en contra del establecimiento político sudafricano ni se muestran los delitos por los cuales fue condenado a decenas de años. Mandela encabezaba desde 1961 el grupo denominado la Lanza de la Nación, brazo armado de la ANC que llevó a cabo múltiples sabotajes y ataques donde murieron incluso víctimas inocentes, tras Mandela advertir al gobierno sudafricano de cual serían las consecuencias de no aceptar sus demandas de una constituyente.

Del Mandela terrorista pasamos al dulce anciano estadista venerado por las masas de su país. No hay mención a los actos vandálicos perpetrados por la ANC que fueron apoyados por  su ex esposa Winnie en múltiples declaraciones y que aterrorizaron a sus compatriotas con las famosas llantas incendiadas colgadas al cuello de sus enemigos [Necklacing] que inmovilizaban sus brazos y le provocaba una horrible muerte, quien fue acusada y condenada por el secuestro de varios enemigos.

A Mandela nacido en 1918 en la Familia Real de los Thembu, se le dio el nombre de Rolihlahla ("el que causa problemas") al nacer. Años después se le llamaría "Madiba", el nombre de su clan. Hijo de Gadla, nieto de Mandela, bisnieto de Ngubengcuka (Rey de los Themba en el territorio de Transkei, provincia del Cabo Oriental). Revolucionario izquierdista anti-apartheid, y aliado del partido comunista sudafricano, prisionero en Robben Island de 1964 a 1990 y Premio Nobel de la Paz en 1993 asi como Presidente de Sudáfrica de 1994 a 1999.

En la biografía de Mandela, que fue bautizado en Inglaterra como Nelson y quien estudió en los mejores centros educativos de Gran Bretaña y de su propia patria, Sudáfrica, titulándose como abogado y miembro del Colegio de Abogados, no se perfila que los sudafricanos negros podían estudiar y subir en la escala social, aunque eran discriminados por su piel al igual que los mulatos, hindúes y asiáticos de todo tipo.

Tampoco se hace mucho o ningún énfasis en su alianza con los comunistas ni se menciona que ordenó la campaña de terrorismo por la cual fue condenado y permaneció más de dos decenas de años preso.

“…ha llamado la atención el tono hagiográfico de los retratos de Mandela: el ex presidente sudafricano sería un ser impoluto, clarividente y pacífico, un estadista a lo Gandhi que fue capaz de acabar con el odioso apartheid y llevar la paz, la justicia, la reconciliación y la prosperidad a su país gracias a su actitud no violenta, generosa y firme a la vez."

Esta historia rosa tiene, como mínimo, un problema: no es verdad. Porque Nelson Mandela, como líder del Congreso Nacional Africano, tuvo responsabilidad en actos terroristas y asesinatos políticos, no sólo contra los blancos sino contra negros, principalmente zulúes, contrarios a su política (es cierto, no obstante, que en comparación con quien fue su esposa, Winnie, Mandela sale bastante bien parado). No fue casualidad que en 1962 la Unión Soviética le concediera el "prestigioso" premio Lenin de la paz.


Se construyó el mito e incluso muchos cubanos, exiliados o no, lo ven como paradigma de la libertad aunque su apoyo al régimen castrista fue explícito y notorio, fundamentalmente basado en la ayuda militar que le prestó a la lucha del ANC por conquistar el poder en Sudáfrica y en la antigua África del Sudoeste (antigua posesión colonial alemana que la Liga de las Naciones le dio a Sudáfrica para administrar en 1915, tras finalizar la I Guerra Mundial) y hoy Namibia.

Se piensa que Mandela liberó a los sudafricanos del apartheid olvidando que fue el bloqueo mundial –éste sí realmente tal cosa—el que hizo que los Afrikáners, colonos de origen holandés que dominaban el poder político y económico, aunque antes habían sido liquidados por los colonos ingleses durante las guerras Boers, buscaran salida económica a los problemas que agobiaban a su nación.

La situación económica interna y el bloqueo mundial a Sudáfrica fueron los reales libertarios y supresores del apartheid.    

Abundan otros ejemplos mitológicos: el ex presidente de Haití Jean Bertrand Aristide, durante cuyo gobierno, también se practicó la terrible y deleznable práctica de las llantas incendiadas con gasolina colgando del cuello de los opositores.

 Aristide, presidente en dos ocasiones y expulsado del poder las dos veces por golpes de estado tiene sus detractores y defensores, así como su partido Fanmi Lavalas y es otros de los mitos de los medios (aunque ahora esté en el desván del olvido).

En el pasado no muy lejano era figura ínclita en las noticias. Se siguió su saga al ir al exilio por última vez al África, primero a la República Centro Africana y luego a Sudáfrica, donde se dejó casi de hablar de él, y tampoco es muy conocida la gestión del presidente Barack Obama para que no lo dejaran regresar a su país, Haití. Hoy allí está pero al parecer no es noticia meritoria de divulgación.

El Verdadero Aristide

“El verdadero Aristide no es una visión bonita. Aristide ha tomado prestado fuertemente de sus mentores, Nelson y Winnie Mandela y sus rufianes terroristas del  ANC (Congreso Nacional Africano). Aristide ha probado ser un ávido estudiante del estilo de violencia pandillera del ANC y ha adoptado como marca de fábrica el “collar” [Necklace] de la ANC," al que él llama ‘Pere Lebrun’. El ‘collar’ por supuesto es un terrible instrumento de tortura y asesinato que los miembros del ANC han utilizado contra miles de compatriotas negros africanos. Para los no familiarizados con este “bello instrumento”, las propias palabras de Aristide, este es una llanta de automóvil llena de gasolina o diésel que se le pone alrededor del cuello a la indefensa víctima y se le prende fuego.
Desafortunadamente para Aristide y los que maquillan su imagen, fue captado por las cámaras de televisión en una exhortación asesina incitando a sus seguidores a poner el ‘collar’ a la oposición. Filmes de televisión del discurso de Aristide en Port-au-Prince el 27 de septiembre de 1991 a sus partidarios de poner el ‘collar’ de una llanta con gasolina son un poco difícil de reconciliar con su santona imagen. Una muestra del Evangelio según Aristide: “El que finja ser uno de nuestros partidarios, sólo agárrenlo, y asegúrense que reciba lo que se merece con la herramienta que ahora Uds. tienen en sus manos (refiriéndose al ‘collar’ de llantas]. La llanta que arde –¡qué hermoso instrumento! Está en la moda. Huele bien. Y dondequiera que uno vaya, quiere olerlo”.

Los ejemplos adicionales son múltiples:

Menachem Begin ( foto de su época de terrorista), israelita judío natural de Brest en el Imperio Ruso estudió en Polonia, dirigió Irgun, un desprendimiento del paramilitar Haganah. Begin ordenó la voladura de la sede militar y administrativa británica en el Hotel King David en Jerusalem en 1946. El ataque fue ejecutado como parte de una respuesta conjunta a la Operación Agatha de los británicos durante la cual muchos judíos fueron arrestados, se incautaron armas y la Agencia Judía, de donde fueron sacados muchos documentos, fue asaltada. Irgun luego adujo que las advertencias de evacuar el hotel habían sido enviadas pero que no se les prestó atención. Murieron 91 personas, británicos,  árabes y judíos.
Begin, tras la creación del Estado de Israel fue Primer ministro a partir del 20 de junio de 1977. En 1978 Begin, asistido por el Ministro de Relaciones Exteriores Moshe Dayan y el de Defensa Ezer Weizman, vino a Washington para negociar los Acuerdos de Camp David, que condujeron al tratado de Paz Israel-Egipto de 1979 con el presidente egipcio, Anwar el Sadat, quien pagaría con su vida el 6 de octubre de 1981 la acción, siendo ultimado por un grupo de militares de la Hermandad Musulmana en una parada militar en el Cairo.

Podemos mencionar sin entrar en muchos detalles al Emperador  de Japón Hirohito quien tras la II Guerra Mundial continuó en el trono del Imperio del Sol Naciente mientras que Hideki Tojo, su primer ministro, fue juzgado, condenado a muerte y ahorcado el 23 de diciembre de 1948, acusado de ser el máximo responsable del ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, que llevó a la Guerra en el Pacifico a Estados Unidos de América.

Por otra parte, la prensa cubana tuvo mucho interés en Ahmed Ben Bella, primer presidente de Argelia a quien veía como carismático líder de la insurrección argelina contra los colonialistas franceses. Argelia fue la primera gran aventura militar cubana cuando Efigenio Almejeira al mando de fuerzas militares colaboró con armas y hombres en la Guerra Argelia-Marruecos. Ben Bella estuvo de visita en Cuba en 1962 y fue recibido con vítores y gritos rítmicos musicales de ¡Ben Bella,  Ben Bella! por los jóvenes miembros de la UJC del Ministerio de Comunicaciones al desfilar por la Calzada de Rancho Boyeros procedente del Aeropuerto del mismo nombre. Ben Bella, al parecer era bien visto por el Gobierno cubano. No obstante cuando Ben Bella fue depuesto por un golpe militar de su ex compañero en el Frente Nacional de Liberación (FNL) Coronel Houari Boumedienne, quien primero lo tuvo prisionero en su propio hogar y años después le permitió exiliarse en Suiza, desapareció de los medios de prensa cubana y más nunca tuvo relevancia noticiosa. Argelia y Cuba vivieron algún tiempo de agrias relaciones donde incluso Fidel Castro se burló  públicamente en la Plaza de la Revolución de Abdelaziz Bouteflika, íntimo amigo de Ben Bella y su Ministro de Relaciones Exteriores haciendo un rejuego con su nombre, que resuena como el inglés ‘butterfly’ [mariposa]. Bouteflika continuó en su cargo con Boumedienne y tuvo su choque con la Justicia al acusársele de un desfalco millonario por el que fue condenado; no obstante nunca restituyó la suma millonaria total de la que se había apropiado y solo lo hizo en parte.

Pudiéramos continuar con los ejemplos de mitos creados por los medios o apoyados por éstos. Sólo dos ejemplos fundamentales: Adolfo Hitler y Benito Mussolini.

Sucintamente ambos dictadores fueron aplaudidos estruendosamente por su pueblos a los que llevaron a la destrucción durante la Segunda Guerra Mundial. Hitler con los vociferantes ‘Sig Heil’ al Führer de las muchedumbres alemanas –que luego alegaron nunca fueron nazistas o seguidoras del nationalsocialismus (nacionalsocialismo). Mussolini –Il Duce—líder del Partido Nacional Fascista recibía iguales aclamaciones  desde su balcón favorito --"el balcón de Mussolini" – de donde lanzaba sus histriónicos discursos a la multitud en el Palazzo di Venecia, en la Plaza del mismo nombre  en Roma.

Mussolini había sido socialista y dirigente máximo de este partido en Italia, y exiliado en Suiza se codeó con Vladimir Illich Lenin cuando ambos estaban allí.
‘Il Duce’ [el Líder] gobernó a Italia de 1922 a 1943 en que fue destituido por el Rey Vittorio Emmanuele III y sustituido por el Mariscal Pietro Badoglio. Mussolini fue detenido por órdenes del Rey aunque más tarde fue liberado el 12 de septiembre de 1943 por  un comando nazi al mando de Otto Skozerny, SS-Obersturmbannführer de la Waffen-SS en la II Guerra Mundial. Mussolini formó en el norte de Italia la República Socialista Italiana hasta su muerte, mientras trataba de escapar a los Alpes [otros dicen que a Suiza], por partisanos comunistas el 29 de abril de 1945 y colgado por los tobillos en una gasolinera Esso en Piazzale Loreto en Milán.

Adolfo Hitler: su caso es extremadamente conocido desde su ascensión al poder tras haber estado preso por su putsch tratando ganar el poder  y escribir en prisión Mein Kampf (Mi Lucha). Durante su juicio por el putsch de Múnich, Hitler pronuncio un alegato que años más tarde resonaría en los oídos de los cubanos en boca del “líder” Fidel Castro Ruz: "Pronúnciennos culpables mil veces que la diosa de la corte eterna de la historia sonreirá y romperá en pedazos las decisiones del fiscal del estado y el veredicto de la corte porque [la historia] nos absolverá." Adolf Hitler

El Mariscal Paul von Hindenburg presidente de la República de Weimar (Alemania) lo nombró Canciller en 1933 tras haberse negado a hacerlo en varias oportunidades.

Su trayectoria política y personal es harto conocida y sobre todo su odiosa y horrenda filosofía de exterminar a los judíos alemanes, luego extendida a las otras naciones que lo apoyaban o que habían sido conquistadas.

Ambos, Mussolini y Hitler tuvieron enorme impacto en el mundo del siglo XX y aunque fueron derrotados estruendosamente en la Guerra Mundial II, aún hoy tienen partidarios y son ideolizados por múltiples gentes, que incluso en el caso de Hitler llegan a negar la existencia del Holocausto judío donde millones de personas, tras ser perseguidas y maltratadas fueron exterminadas con extrema eficiencia típica alemana en los hornos de los campos de concentración.   

Mussolini logró victorias militares a principios de su carrera cuando tras la segunda guerra contra Abisinia (Etiopía) hizo coronar al Rey de Italia emperador etíope y Rey de Albania, títulos a los que luego tuvo que renunciar.

No obstante el apoyo a Mussolini brindado por  el Rey italiano este no tuvo que afrontar juicio o prisión por sus actos. Sólo al perder la guerra abdicó en su hijo Umberto. No obstante, la monarquía italiana fue abolida e Italia pasó a ser una República.

Fidel Castro Ruz: El autoproclamado Máximo Líder fue durante mucho tiempo el favorito de los medios cubanos de prensa e incluso de otros países del mundo. Aún hoy, tras más de 50 años de gobierno absolutista, tiene defensores que lo proclaman como salvador de Cuba aun cuando los hechos indiquen lo contrario. Sin duda carismático individuo que se cuida hasta el último detalle en sus apariciones públicas –por ejemplo muy rara vez ha aparecido con espejuelos aunque sea tremendamente miope y practica en privado los gestos y posiciones que luego usará en sus prolongados discursos.

Sin importar la realidad política, económica y social de la antigua próspera república de Cuba gran parte del mundo y la mayoría de los medios de comunicación del planeta lo proyectan en una dimensión distinta a la realidad cubana como magnífico dirigente e importantísimo gobernante que ha influenciado los momentos históricos mundiales, desde su asalto al Cuartel Moncada –donde dicho sea de paso ni siquiera entró--  su permanencia en la Sierra Maestra, la derrota de los cubanos anticastristas en Bahía de Cochinos, la Crisis de los Cohetes en octubre de 1962 y luego como fuerza decisiva en las guerras africanas de Angola, Mozambique, el Cuerno de África, etc.

Se creía que su ausencia o desaparición física desencadenaría un cataclismo político en Cuba lo cual no ocurrió,  al enfermarse y dejar, al parecer, la más alta posición en el gobierno de Cuba.

Fue sustituido por su hermano, nombrado de dedo, Raúl Castro Ruz quien ni remotamente tiene su carisma ni goza de la ascendencia que ejercía su hermano mayor Fidel  en la escena política cubana, bajo su férrea férula durante decenas de años. Aunque durante años Fidel Castro ha tratado de mostrar a su hermano Raúl, como dirigente preclaro y activo partícipe de la revolución castrista un sólo hecho demuestra que ‘no es tan fiero el lobo como parece’ o se presenta.

Se ha documentado que en el ataque al Cuartel Moncada en 1953, Raúl, no estuvo directamente involucrado en el hecho sino que ocupó el Hospital ‘Saturnino Lora’ de Santiago de Cuba, acción paralela a la del Moncada conjuntamente con el asalto al Cuartel de Bayamo. Tras ser hecho prisionero por las fuerzas gubernamentales, al huir del hospital Saturnino Lora, se le practicó a Raúl Castro la conocida prueba de la parafina para saber si había rastros de pólvora en sus manos tras disparar –presuntamente—un arma de fuego. La prueba dio resultado negativo. Raúl no había disparado un arma, todo documentado en el libro el Asalto al Moncada del Dr. Antonio de la Cova.

Lamentablemente, no obstante los casos que demuestran fehacientemente que los medios de prensa idolizan a quien quieren proyectar como figuras sin tacha o meritorias de admiración, la prensa tratará en todos los casos de promover a quienes sus intereses necesitan, creando mitos que más adelante la ‘historia’ recogerá como adalides.

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