viernes, octubre 31, 2008

LO DE SIEMPRE

Tomado de http://www.cubaencuentro.com

LO DE SIEMPRE

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¿Por qué Raúl Castro ha pospuesto las medidas sobre productividad y salarios? ¿Acaso no sabe por dónde empezar?
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Por Elías Amor Bravo, Valencia | 30/10/2008


El riesgo en que se incurre cuando no se tiene ni idea de cómo funciona la economía de mercado, es el fracaso. Apenas han transcurrido seis meses desde que Raúl Castro anunciara las nuevas medidas tendentes a mejorar la productividad y la retribución de los trabajadores, y ya empiezan a llegar noticias contradictorias de la Isla, que parece que vienen a confirmar un parón en el proceso que, por otra parte, ni siquiera había comenzado realmente. Se habla de retrasos de cuatro meses y medio, pero el problema es que no se tiene muy claro por dónde avanzar.

La posibilidad de mejorar el sueldo de los trabajadores, introduciendo nuevos sistemas de retribución basados en la productividad, lo que en absoluto se puede calificar como negativo, no se debe aplicar de forma efectiva si previamente no se adoptan otras decisiones que son fundamentales para la eficacia de la medida.

Para empezar, es preciso reorientar la actividad de todas las empresas nacionales hacia la economía de mercado y a la vez fijar un sistema estable y transparente de derechos de propiedad que contribuya a mejorar la confianza de los agentes económicos en el sistema. Esto, a fin de que se puedan fijar las condiciones técnicas y productivas para que la aportación marginal de producto se corresponda con los salarios efectivamente pagados.

(Un campesino cultiva arroz en Bahía Honda, Pinar del Río. (AP))

En una economía intervenida, centralizada, donde no existen derechos de propiedad, fijar sistemas de retribución no igualitarios —como se ha hecho en Cuba en los últimos cincuenta años—, no sólo tiene dificultades técnicas, sino que va contra de los principios de equidad del sistema. Es preciso, por tanto, dar la vuelta al modelo castrista, reorganizar la economía en su conjunto hacia el mercado y la productividad, y no avanzar por medio de parches que sólo van a dar una solución parcial a los problemas de fondo.

Nuevas reglas del juego

En segundo lugar, es necesario diseñar un nuevo marco de relaciones laborales, similar al que existe en otros países con economías en las que funciona, de manera efectiva, la relación productividad-salarios. Es decir, la autorización efectiva de sindicatos libres e independientes que representen realmente los intereses de los trabajadores, y que no actúen como instrumentos del poder político vinculado al partido único, el comunista, que determina el statu quo y las reglas del juego de la sociedad.

De la misma forma que es preciso promover derechos políticos de participación, derechos humanos y sociales, es necesario que el castrismo entienda que en el mundo del trabajo ya no funciona el sistema totalitario e intervencionista, donde un empleador único, el Estado, negocia con un representante —también único— de los trabajadores.

En la economía de mercado, los agentes sociales, sindicatos libres y organizaciones empresariales, negocian y definen las condiciones del diálogo social, que es el instrumento básico para mejorar los salarios y el nivel de vida de los trabajadores. En ausencia de este tipo de instituciones de participación, es difícil que medidas como las anunciadas por Raúl Castro puedan tener éxito.

¿Qué podemos esperar de las medidas denominadas de "perfeccionamiento empresarial", cuando las organizaciones no saben lo que es competir libremente en los mercados y producir bienes y servicios, en condiciones de calidad y precio, para consumidores exigentes y con poder adquisitivo?

La realidad económica y social de Cuba no se puede ajustar a este modelo, y, por ello, aplazar cuatro meses y medio las medidas anunciadas por Raúl Castro parece poco tiempo si se tiene en cuenta que los deberes no están hechos y que el balance final puede ser mucho peor que el punto de partida.

Son numerosos los economistas que desde de la Isla han venido defendiendo la necesidad de acelerar el ritmo de los cambios anunciados, y no frenar más en el tiempo su adopción. Nada de lo que se está haciendo va a servir de mucho para mejorar las condiciones de vida de los cubanos.

Para empezar, es necesario que La Habana reconozca el derecho a la propiedad privada y a la libre empresa como sistema básico para el funcionamiento de la economía, que debe ser de mercado, con su correspondiente correlato social, ya que nadie se plantea en este momento una alternativa al modelo que mejor ha funcionado en todos los países avanzados del planeta.

El Estado cubano tiene que perder peso, y cercenar aquellas actividades improductivas que sólo generan gasto e ineficiencia. Hay que dar a las empresas, tanto a las nacionales como a las participadas por extranjeros, libertad absoluta para contratar a los mejores empleados, a los más eficientes y productivos, y no a los que vienen asignados a través de la "empresa de trabajo temporal" (ETT) en que se ha convertido el Estado para primar el acceso al empleo, en el área del dólar, a los más integrados en la línea oficial.

Hay que liberalizar la economía de las garras de la incompetencia y la incapacidad, y desplegar los sectores productivos y la eficiencia hacia la cooperación, las joint ventures y la atracción de capital extranjero y los proyectos de desarrollo. Cuanto más tiempo le cueste a Raúl Castro entender que esto es lo que debe hacer, peor será para todos los cubanos.

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