sábado, marzo 29, 2008

NICOLAS GUILLEN : ¿ EXILIADO O VIAJERO ?

Nicolás Guillén: ¿exiliado o viajero?


Por Emilio Ichikawa

No siempre hay que hablar de política para agasajar políticamente a alguien. Se puede hablar de literatura y hacer ideología, que es ya una forma de hacer política; como quien hace religión o hace teología en los regímenes doctrinarios.

El crítico literario cubano Ambrosio Fornet tiene una gran carrera de servicios ideológicos al castrismo. Ha acuñado slogans, manipulado hechos, interpretado tendenciosamente la historia de la cultura escrita de la isla con notable dedicación. Creo que, aun cuando haya diálogo en política, no habrá entendimiento en cuanto a los falseamientos ideológicos y las diligentes producciones de héroes y antihéroes que han hecho algunos intelectuales a favor del régimen de La Habana.

Por todo lo anterior Ambrosio Fornet ha recibido condecoraciones y premios, visitas relevantes y motes cariñosos. Unos pertinentes, otros no tanto. El escritor Leonardo Padura lo llamó una vez ''el mejor lector de la literatura cubana''. Y casi acierta. El pensador marxista John Beverley le ha llamado ''el George Lukacs cubano'', y ya esto es demasiado.

Lukacs fue un teórico marxista por obra y por conciencia. A Fornet se le dice marxista por afinidad política, por militancia explícita y fe. El húngaro tuvo una relación bastante difícil con el partido comunista de su país, el cubano la verdad que se ha pasado en regalos.

( Ambrosio Fornet )

Fornet, sin que nadie se lo haya pedido, revuelca en una historia del libro en Cuba a Finlay con el Che Guevara. Recientemente, en un coloquio sobre Nicolás Guillén celebrado en La Habana, refiere al poeta como cifra del ''exiliado''. Con su aporte, la pasada semana se consiguió en la isla una jugada doble: Felipe Pérez Roque definía con rigor al ''cubano verdadero'' y bautizaba a los que residían fuera de Cuba como ''colonia'' (ya ni siquiera ''comunidad'' o ``emigración''), mientras Ambrosio Fornet se animaba con la siguiente paradoja: los legítimos exiliados serían quienes se quedaron en la isla: ``nosotros''.

El exilio ha sido siempre algo incómodo a la cortesanía extranjerizante de la intelectualidad castrista. Se trata de una experiencia de víctimas, de perseguidos, algo prestigioso que la izquierda ha capitalizado con insistencia y que carecen quienes se quedaron. No se pude tener todo. Creo que en eso estaremos de acuerdo. De ahí que el oficialismo cubano haya pasado del silencio sobre el exilio a su negación y, ya más envalentonado, a su usurpación. Se trata, en rigor, de la última confiscación revolucionaria.

( Nicolás Guillén )

En una conferencia ofrecida el 17 de marzo para celebrar el medio siglo de la publicación del poemario La paloma de vuelo popular (Buenos Aires, 1958), Fornet aseguró que Nicolás Guillén vivió varios ''exilios fecundos'' (adjetivo que Mario Mencía y Martha Rojas usan para referirse a la cárcel de Castro) huyendo de las dictaduras cubanas.

Quien lea La paloma de vuelo popular se dará cuenta de que, si bien no es un libro de fiesta y celebración, sí es un cuaderno de viaje. Por cierto, lleno de anglicismos y desplazado a una referencia cultural, musical y geográfica norteamericana. Si Guillén no aparece gozador y feliz en esas páginas no es porque no lo fuera, sino porque sabe (listo que fue) que la apariencia quejosa era una etiqueta de caché (''wuí, su mercé, lo sae utté'') para la sensibilidad de izquierda de la época, particularmente la parisina. No obstante, aunque no aparece un Guillén feliz, tampoco se nota un Guillén triste. La nostalgia poética, que es un legítimo sentimiento de exilio (desprestigiado por críticos cabríos como Fornet), aparece como revancha; hay incluso un momento en que asegura querer regresar a su isla ''caribeña'' (locus de moda) en una nube oscura, con cuatro puñales y lleno de muerte y sangre.

Nicolás Guillén no es Heredia ni es Martí sencillamente porque no fue un exiliado, sino un viajero. En esa impúdica travesía (¡ay, Victoria!), que le sirve a Fornet para coronarlo como un exiliado ilustre, el poeta camagüeyano arranca para recoger el premio Lenin y se devuelve ya, más cosongo que congo, de pretendiente del estrenado gobierno.